Omar Ossés, director de Taishi Consulting.

Uno de los pilares para abordar situaciones conflictivas es partir de que los seres humanos nos enojamos con la interpretación de hechos que no responden a nuestros criterios de validación.

En ese marco, muchos jefes aún no se cuestionan sinceramente la manera histórica de gerenciar o en otras palabras “el modelo del jefe que da órdenes e impone”. Actúan de esa manera debido a que les ha funcionado y les ha permitido obtener distintos logros en sus carreras. Quienes se preguntan por qué deberían cambiar o, peor, aquellos que ni siquiera se lo plantean no pueden ver todavía que ese modelo de control, orden, competencia y fuerza genera resentimientos, desconfianza y un mal clima organizacional.

Los seres humanos, por el contrario, queremos ser felices y evitar el sufrimiento. No nos gusta andar malhumorados. Deseamos aportar y ser reconocidos. El malhumor, en ese sentido, no es una emoción. Lo que así denominamos puede expresar miedo, bronca, angustia, resentimiento, desconfianza, envidia, resignación. Cada uno de esos sentimientos oculta una historia distinta y, por lo tanto, debe predisponernos a un accionar diferente.

Por lo tanto, necesitamos desarrollar la maestría de ser compasivos y entender que lo que cada uno hace es lo mejor que puede en un momento determinado. Eso nos va a permitir conversar, escucharnos y coordinar acciones en el caso que acordemos las diferentes perspectivas.

Un procedimiento reflexivo que puede practicarse al respecto involucra:

- aceptar que lo que cada uno hace es lo que puede hacer de acuerdo con su historia y su cultura;

- salir de la emoción que impide actuar en relación con los compromisos asumidos con esa persona;

- escuchar cuáles son los criterios propios y del otro que originan el malhumor;

- entender cuáles son las emociones involucradas y a dónde nos llevan;

- considerar qué compromisos se están viendo afectados, y finalmente

- advertir qué conversaciones son necesarias para resolver la situación conflictiva.